Gotas que caen deslizándose por el vaso, un humo que alza el vuelo desde un cigarrillo liado por unas manos jóvenes, llenas de marcas, un leve hilo musical que rezuma de unos altavoces situados en un rincón, aislados del resto de la habitación, leves rayos que penetran con suavidad por la ventana, que a pesar del tórrido día, consiguen desvanecer las nubes creando halos alrededor de todos los objetos del receptáculo.
Un domingo por la mañana, como otro cualquiera, pero con una magia especial, algo que hace que todo, por lúgubre que se muestre, tome un color sencillo, lleno de extrañas luces y que haga que todo cuanto parece normal, se libre de esas monótonas apariencias. Jazz se respira, como el aire que entra tímidamente por la abertura de la ventana. Un aroma especial, cargado de extrañas sensaciones paralelas al sentido que percibe nuestra nariz. ¿Qué más deseas? crees tenerlo todo por ahora, todo cuanto quieres: tabaco, alcohol, música... Pero notas la ausencia de algo, la falta de ese ser que complementa todo, que hace que todo acabe cobrando ese sentido paradójico que no sabes como describir. Te falta ella, la mujer por quien luchaste y que perdiste en cuestión de palabras. La mujer por quien habías hecho todo, y resultó ser nada. Ella, la causa de que me halle aquí escribiendo ésto, mientras se encuentra en otro lugar, con otro hombre, sin saber qué es de tí, como te sientes... Sin saber que aún existes...